domingo, 31 de diciembre de 2006

Gustavo Vera: "Salvo una o dos, todas las grandes marcas usan talleres clandestinos"

En diciembre de 2001, cuando empezaron muchas otras cosas, se formó la Asamblea de Parque Avellaneda. Luego de entrar al viejo bar abandonado de Directorio y Lacarra, mutó en la Cooperativa textil La Alameda y, más allá, en la Unión de Trabajadores Costureros (UTC). Su referente, Gustavo Vera, ha sido el vocero principal de las denuncias acerca de talleres clandestinos y mano de obra esclava. En esta entrevista, no ahorra fuertes críticas hacia las grandes empresas del sector textil, ni para la justicia y la policía. Además traza un perfil del argentino que intenta discriminar al otro, basándose en las diferencias de clase.


-(La retaguardia): Contanos en qué andan con el tema de los talleres clandestinos.
-(Gustavo Vera): Lo que hicimos el 18 de octubre fue presentar un tercer informe a la justicia federal, donde aportamos datos sobre talleres clandestinos que utilizan dieciocho marcas de primer nivel, que venden en shoppings. Entre esas marcas sobresalen Awada, Keabala, Kill, Topper, Adidas, Puma, Dufour, por mencionar algunas. También hay más datos de Mimo y Kosiuko. Lo que informamos es que todas estas marcas están basando (su fabricación) en talleres esclavos. Que están aumentando sus precios en forma bochornosa. Aumentaron el 11.3 % en las últimas semanas y fue uno de los rubros de mayor incidencia en la inflación y en el bolsillo de la población, con lo cual se está consumando una triple estafa: contra los trabajadores, porque no les pagan los salarios que corresponden y los someten a condiciones indignantes e inhumanas de trabajo; contra el Estado, por la gigantesca evasión fiscal y previsional que existe; y por último una estafa al consumidor porque se le cobran precios astronómicos por prendas que a los costureros les pagan apenas centavos.
–Cuando ocurrió la tragedia del taller de Luis Viale, mucha gente dijo que, al descubrirse y cerrarse la red de talleres clandestinos, los precios iban a subir porque también subirían los costos de los fabricantes, haciéndolos responsables a ustedes, con sus denuncias, de esos aumentos, pero los precios suben mientras siguen confeccionando en los mismos lugares.
–Exactamente. En realidad nosotros la primera denuncia no la hicimos después de la tragedia, sino unos meses antes, en octubre de 2005, cuando comienzan las causas penales en tribunales federales y también en la defensoría del pueblo, imputando a Lacar, Montaigne y Rusty del delito de reducción a la servidumbre, tráfico de personas, violación de la ley de migraciones, etc. Ya en aquel momento teníamos en claro que las grandes marcas estaban maximizando sus ganancias en forma obscena. Que dentro de la cadena de valor había una distorsión gigantesca y que era perfectamente posible pasar (a los trabajadores) a convenio, sin aumentar un centavo el valor de las prendas. Obviamente que se reduciría una pequeña parte de las extraordinarias ganancias que tienen estas firmas.
-¿Qué ha pasado con estos informes que presentaron?
–Mirá, avanzar no avanzan, porque los juzgados federales están repletos de gente nombrada durante el menemismo que evidentemente no eran ajenos al tráfico de personas con fines de explotación laboral o sexual. Pocas veces han tomado cartas en el asunto. Lo que está sucediendo desde el 23 de octubre del año pasado, cuando presentamos la denuncia, es que los jueces están jugando la competencia, se pasan la pelota unos a otros bajo distintas excusas técnicas pseudojurídicas y el objetivo es hacer tiempo para que la causa prescriba, mientras se siguen acumulando cuerpos y cuerpos de denuncias por nuestro lado y de la defensoría del pueblo. Ya hay más de 70 marcas denunciadas y por el momento nada se ha hecho. No obstante, la denuncia, la movilización, los escraches, han servido para sembrar conciencia entre la población respecto a dónde están los principales responsables del trabajo esclavo. El tema de Kosiuko, la causa de Graciela Naum, creo que sirvió. Ha habido algunas sanciones sociales importantes. Estas marcas han tenido una pérdida importante de ganancia respecto del consumo por parte de la población, que va tomando conciencia. Confiamos en que desde la población civil haya movilización permanente que permita terminar con estos abusos e ir, de a poco, desmantelando este sistema de trabajo esclavo.
–Hace poco hicieron un escrache a una fábrica que actúa en blanco, que no es un taller clandestino, en el barrio de Villa Santa Rita (al lado de Paternal).
–Esta fábrica de J. A. García 2468 sirve de caso testigo para demostrar que en muchas fábricas en blanco se ocultan relaciones laborales propias de un taller clandestino. Los trabajadores están registrados, tienen recibos de sueldos, pero la realidad es bien diferente. Tienen ciento veinte costureros que no duran más de seis meses cada uno. Trabajan doce, trece o catorce horas, pero se les pagan ocho en la categoría más baja que es la de ayudante. La mayoría son trabajadores especializados. No tienen ART, ni se les depositan los aportes. El comedor y el baño son de características pésimas. Además de los maltratos de la patronal. Lo que rebalsó el vaso fue que algunos costureros fueron al sindicato (Sindicato obrero de la industria del vestido) el año pasado para denunciar las violaciones del convenio y cuando regresaron a la fábrica el sindicato ya se había comunicado con la fábrica para buchonear a quienes habían ido. El saldo fueron varios compañeros despedidos y otros perseguidos. Luego de eso, unos treinta o cuarenta compañeros vinieron a La alameda. Nosotros los asesoramos en el sentido que había que empezar a organizar para elegir delegados, para tener fuero gremial y empezar a pelear más firmemente por el convenio. Presentamos una denuncia en la Secretaría de trabajo para que intervenga urgentemente. Fueron al sindicato a pedir la elección de delegados. El sindicato se había comprometido a realizar la elección. Se demoraron, diciendo que no querían entrar en conflicto con la patronal, pero en realidad les estaban dando tiempo para que despidieran más gente. Hubo diferentes inspecciones de la Secretaría de trabajo, que constató por escrito todo lo que les estoy contando. Ahí hicimos el escrache, con una movilización muy importante, con mucha gente del barrio y el sindicato tuvo que ponerle fecha a la elección.
Trabajan para cuatro marcas importantes: Mimo, Kevingston, Patagonia y Montaigne.
-¿Es cierto que cuando logran marcar un taller y lo denuncian, al tiempo ese taller se traslada y se instala en otro lado?
–Absolutamente. Cuando no ocurre que, desde los mismos organismos que deberían inspeccionar o desde la policía, les chiflan para que se las tomen. La vez pasada íbamos a hacerle un escrache a Mimo, justo cuando iba a caer una inspección de la Secretaría de trabajo y la Comisaría 40 les avisó una hora antes que se tomaran el palo, porque obviamente ellos pasan a cobrar después las respectivas coimas en estos talleres, así que esto es algo habitual. No obstante, cada vez que hacemos denuncias, crecen otras denuncias, no sólo de costureros o de vecinos, sino que hay una franja de talleristas que se empieza a dar cuenta de que la clave de la solución es acorralar a esas marcas que utilizan el trabajo esclavo, para forzarlas a que pasen a convenio y redistribuyan parte de sus fabulosas ganancias en beneficio de que toda la cadena productiva pueda trabajar en condiciones dignas.
–Cada vez que hablamos con ustedes nos sorprende la cantidad de empresas de primera línea que están involucradas en el tema, ¿tienen establecido qué porcentaje del total de empresas grandes están esclavizando de esta manera?
–A nosotros nos sorprende cuando encontramos una marca que, cada tres o cuatro meses, no tengamos una denuncia de un taller clandestino. Siempre hablando de las marcas de primer nivel. Yo conozco una o dos que no recibí ninguna denuncia, pero no pongo las manos en el fuego. Son realmente muy poquitas. Si te fijás, la mayoría de las setenta y una marcas que están denunciadas en la justicia, salvo tres o cuatro que tienen historia, el resto son empresas que han surgido en los noventa, con crecimientos meteóricos y capitales que no se pueden explicar con claridad. Existe la firme sospecha de que hay lavado de algunos dinerillos para montar el capital inicial de estas empresas. Probablemente tengan la misma trama que se descubrió en Italia. Hay un libro muy interesante que habla de la Camorra napolitana y que demuestra que el lavado de dinero proveniente del juego, narcotráfico, secuestros extorsivos y ventas de armas, fueron invertidos para montar talleres clandestinos en el sur de Italia, que abastecen a los grandes diseñadores de la moda italiana. Acá, me parece, si bien estamos en medio de la investigación, que se está montando un esquema parecido. Bonomi, de Kosiuko, lo único que argumenta como capital inicial es haber ganado un día en el casino de Punta del Este. Cheeky recibió dieciocho millones del gobierno de Menem que nunca devolvió. Hay muchas sorpresas incluso con conexiones importantes en la corporación política.
La totalidad de las marcas están metidas en esto porque funciona como un sistema totalmente impune, como un territorio liberado. Entonces la marca que mandaba a confeccionar en un taller en blanco perdía ganancias y obviamente por razones de competitividad del capitalismo salvaje, terminaban recurriendo a talleres clandestinos. Con esto no estoy justificando, estoy explicando un fenómeno sistémico.
–Allí es dónde se ve en qué medida debería aparecer el Estado. En otros rubros, el gobierno está pidiéndoles a los empresarios que, para permitirles aumentos, les muestren sus costos.
–Justamente es lo que estamos pidiendo: que se aplique la Ley de abastecimiento y el artículo 42 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. En ambos casos se plantea que el gobierno puede intervenir concretamente en los casos donde haya aumentos injustificados de precios que no se condicen con razones de costos. Desde que nosotros, con la Defensoría del pueblo, hicimos la primera denuncia, el gobierno de la ciudad ha hecho mil inspecciones y no denunció a ninguna marca. Yo no puedo creer que, en mil inspecciones, no encuentres ninguna marca, cuando nosotros, sin estructura, sin aparato, yendo a comprar el pan a la vuelta de mi casa, nos encontramos con esto cada diez metros. De mil inspecciones no hay ninguna denuncia en la justicia federal. Acá suele hablarse de Estado ausente y a mí, a esta altura, esto ya me parece bastante ingenuo. Ya tenemos que hablar de un Estado cómplice. En la justicia, la causa está en manos de Oyarbide, que es compadre de Carlos Percivale, prófugo de la justicia acusado de haber traficado cuatro mil quinientas dominicanas para explotarlas sexualmente en diferentes prostíbulos de Capital y el conurbano. El sobrino de Oyarbide tiene un puesto alto en la Dirección de Migraciones. Él investiga nuestra causa por tráfico de personas. Por eso pedimos su juicio político.
-¿Están tranquilos en La Alameda? ¿No han sufrido más ataques?
–Hace un tiempo hicimos una denuncia porque apretaron a los hijos de un costurero que venía haciendo una serie de denuncias de un taller puntual. Los aprietes son constantes. Hay que pensar que, detrás de esto, hay todo un entramado de tráfico de personas, donde están de por medio dos países, que tienen áreas importantes del Estado que están entongadas en este sistema. Que no sólo es en el gremio de la indumentaria, también en la horticultura, agricultura, en la fabricación de ladrillos. Vas tirando del piolín y cada vez se revela más mugre y corrupción. Nosotros estamos unidos y convencidos de lo que hacemos y, a pesar de los aprietes, tratamos de ir para adelante.


Un trasfondo de discriminación
En el fondo de este tema, existe un enorme problema de discriminación. Si esta cuestión, con la gran trascendencia pública que ha tomado, no está siquiera cerca de solucionarse, mucho puede tener que ver -además de otras tramas que denuncia Vera-, que la mayor parte de los trabajadores explotados sean extranjeros, generalmente bolivianos.
Pero en la sociedad en general, a medida que cada uno vuelve a retomar su lugar en ella luego de la crisis del 2001/2002, también se vuelven a viejos comportamientos xenófobos de cualquier tipo. Contra judíos, que son los culpables de todas las guerras y los problemas de dinero; hacia los pobres que lo son de vagos nomás; bolitas y paraguas que nos vienen a quitar el trabajo y así. Vera ve este tema bien de cerca.
-¿Es paranoia o está recrudeciendo la xenofobia en sus diversas formas?
–No es paranoia. Sobre el antisemitismo, todas las expresiones de ese tipo son funcionales al poder y sirven para dividir y entretener a la población, tratando de demonizar a quien es nuestro hermano, olvidando dónde está el poder real que reposa en los grandes capitales de estas empresas de indumentaria que acabamos de repasar u otras.
Nosotros sufrimos cinco atentados de tipo xenófobo, incluso con pintadas de “fuera bolitas”. Hemos escrachado a los grupos skinheads que hay en el barrio. En el caso de La alameda igual ya no lo sentimos tanto, porque nos hemos ganado respeto en el barrio, pero yo trabajo en una escuela en Lugano, con chicos de la Villa 20 y hay entre los pibes, sobre todo preadolescentes, diferentes expresiones xenófobas frecuentes, con las que hay que luchar todos los días. Obviamente, en la medida en que se estabiliza un régimen basado en la desigualdad de la riqueza y en una explotación clasista brutal, el racismo es funcional para que esto siga existiendo. Igualmente, por más que el sistema incentive estas expresiones, creo que no van a ser de tipo masivas. Cuando estalló la crisis con el taller de Luis Viale, no hubo una ola de manifestaciones pidiendo que se vuelvan a su país, o nos están robando el trabajo, como sí la hubo en el noventa y dos o noventa y tres, cuando el sindicato Luz y Fuerza hizo una campaña contra las empresas de energía eléctrica, a propósito de su carácter chileno, con expresiones hacia los chilenos en general. Ahora no ha habido expresiones de este tipo. Tampoco prendió la campaña que los talleristas explotadores quisieron armar, con marchas y todo, con esta cosa del judío y el coreano que nos explota, para intentar desviar la atención, cuando esto no es una cuestión de origen o nacionalidad, sino de clase.
-¿Pero no te parece que esas pequeñas campañas van sumando y prenden en algunas conciencias?
–Creo que sí, prende. Pero acá hay una conformación del argentino que contribuye a tolerar un poco más a las diferentes culturas. Venimos de los barcos y países limítrofes. De todas maneras, constantemente se está tomando la temperatura para ver qué pasa con este tema. Fijate que, con los problemas de desocupación que tenemos, la campaña contra los “extranjeros que nos vienen a quitar el trabajo” no puede ser tomada por ningún candidato político, porque la sociedad no lo aceptaría. Hay que valorar la sensatez de la mayor parte de la población que no se prende en estas campañas, más allá de los tarados que las impulsen y los sectores del poder que las propicien.

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